sábado, 26 de noviembre de 2011

Él

Ella, de repente aparece en tu vida. De la nada y sin darte cuenta te va llevando consigo, sin preguntarte ni si quiera si puede entrar en tu vida. Entonces empiezas a alejarte de todo aquello bonito que te rodea, de tus amigos, de los estudios, etc... No sabes porqué lo haces, no le encuentras el sentido a nada, perdida, sin ganas, te ha consumido, tan solo ella te deja esa marca que no se va con medicinas o con betadine, ella no te deja marca física, pero te deja una inmensa marca que te acompañará siempre. Ella no te da tregua, y cada vez te das cuenta de que no hay nada por lo que merezca la pena seguir viviendo. Entonces me di cuenta. Abrí los ojos en una simple vigilia. Me di cuenta de que solo Él me podía rescatar. Es alguien a quien debo mucho y que desde aquel dia amo con todo mi ser. Me he levantado gracias a ÉL y las heridas me han sanado.
Él me levantó , si, así me dio un abrazo y aunque parezca una locura fue así. Ahora sé que mi vida tiene sentido y sé que merece la pena seguir viviendo nada más que por su cruz. Se lo debo, se lo debemos.
Desde entonces ella no me a vuelto a molestar, no he dejado que me de más puñetazos ni más heridas. Mi corazón está amando y no hay sitio para el dolor. Ya no siento que haya nada más, lo hay todo. Hay mucho por hacer.

Tan solo ÉL me ha sacado de la SOLEDAD.

SIEMPRE UNIDOS +

Anónimo

sábado, 5 de noviembre de 2011

La gran aventura de Winter

Un ejemplo de superación y de que todo es posible.
La película, basada en hechos reales, trata de un delfín que es encontrado varado en una playa. La sorpresa es que el delfín encontrado no tiene aleta caudal. Así un grupo de científicos y amigos se unen para hacer lo que sea posible para que el delfín vuelva a nadar.


sábado, 27 de agosto de 2011

Discurso del Papa Benedicto XVI a los jóvenes.

Vigilia de Oración con los jóvenes

Aeródromo de Cuatro Vientos, Madrid a 20 de agosto de 2011

Queridos amigos:

Os saludo a todos, pero en particular a los jóvenes que me han formulado sus preguntas, y les agradezco la sinceridad con que han planteado sus inquietudes, que expresan en cierto modo el anhelo de todos vosotros por alcanzar algo grande en la vida, algo que os dé plenitud y felicidad.

Pero, ¿cómo puede un joven ser fiel a la fe cristiana y seguir aspirando a grandes ideales en la sociedad actual? En el evangelio que hemos escuchado, Jesús nos da una respuesta a esta importante cuestión: «Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor» (Jn 15, 9).

Sí, queridos amigos, Dios nos ama. Ésta es la gran verdad de nuestra vida y que da sentido a todo lo demás. No somos fruto de la casualidad o la irracionalidad, sino que en el origen de nuestra existencia hay un proyecto de amor de Dios. Permanecer en su amor significa entonces vivir arraigados en la fe, porque la fe no es la simple aceptación de unas verdades abstractas, sino una relación íntima con Cristo que nos lleva a abrir nuestro corazón a este misterio de amor y a vivir como personas que se saben amadas por Dios.

Si permanecéis en el amor de Cristo, arraigados en la fe, encontraréis, aun en medio de contrariedades y sufrimientos, la raíz del gozo y la alegría. La fe no se opone a vuestros ideales más altos, al contrario, los exalta y perfecciona. Queridos jóvenes, no os conforméis con menos que la Verdad y el Amor, no os conforméis con menos que Cristo.

Precisamente ahora, en que la cultura relativista dominante renuncia y desprecia la búsqueda de la verdad, que es la aspiración más alta del espíritu humano, debemos proponer con coraje y humildad el valor universal de Cristo, como salvador de todos los hombres y fuente de esperanza para nuestra vida. Él, que tomó sobre sí nuestras aflicciones, conoce bien el misterio del dolor humano y muestra su presencia amorosa en todos los que sufren. Estos, a su vez, unidos a la pasión de Cristo, participan muy de cerca en su obra de redención. Además, nuestra atención desinteresada a los enfermos y postergados, siempre será un testimonio humilde y callado del rostro compasivo de Dios.

Queridos amigos, que ninguna adversidad os paralice. No tengáis miedo al mundo, ni al futuro, ni a vuestra debilidad. El Señor os ha otorgado vivir en este momento de la historia, para que gracias a vuestra fe siga resonando su Nombre en toda la tierra.

En esta vigilia de oración, os invito a pedir a Dios que os ayude a descubrir vuestra vocación en la sociedad y en la Iglesia y a perseverar en ella con alegría y fidelidad. Vale la pena acoger en nuestro interior la llamada de Cristo y seguir con valentía y generosidad el camino que él nos proponga.

A muchos, el Señor los llama al matrimonio, en el que un hombre y una mujer, formando una sola carne (cf. Gn 2, 24), se realizan en una profunda vida de comunión. Es un horizonte luminoso y exigente a la vez. Un proyecto de amor verdadero que se renueva y ahonda cada día compartiendo alegrías y dificultades, y que se caracteriza por una entrega de la totalidad de la persona. Por eso, reconocer la belleza y bondad del matrimonio, significa ser conscientes de que solo un ámbito de fidelidad e indisolubilidad, así como de apertura al don divino de la vida, es el adecuado a la grandeza y dignidad del amor matrimonial.

A otros, en cambio, Cristo los llama a seguirlo más de cerca en el sacerdocio o en la vida consagrada. Qué hermoso es saber que Jesús te busca, se fija en ti y con su voz inconfundible te dice también a ti: «¡Sígueme!» (cf. Mc 2,14).

Queridos jóvenes, para descubrir y seguir fielmente la forma de vida a la que el Señor os llame a cada uno, es indispensable permanecer en su amor como amigos. Y, ¿cómo se mantiene la amistad si no es con el trato frecuente, la conversación, el estar juntos y el compartir ilusiones o pesares? Santa Teresa de Jesús decía que la oración es «tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama» (cf. Libro de la vida, 8).

Os invito, pues, a permanecer ahora en la adoración a Cristo, realmente presente en la Eucaristía. A dialogar con Él, a poner ante Él vuestras preguntas y a escucharlo. Queridos amigos, yo rezo por vosotros con toda el alma. Os suplico que recéis también por mí. Pidámosle al Señor en esta noche que, atraídos por la belleza de su amor, vivamos siempre fielmente como discípulos suyos. Amén.

Queridos amigos: Gracias por vuestra alegría y resistencia. Vuestra fuerza es mayor que la lluvia. Gracias. El Señor con la lluvia nos ha mandado muchas bendiciones. También con esto sois un ejemplo.

Queridos jóvenes:

Hemos vivido una aventura juntos. Firmes en la fe en Cristo habéis resistido la lluvia. Antes de marcharme, deseo daros las buenas noches a todos. Que descanséis bien. Gracias por el sacrificio que estáis haciendo y que no dudo ofreceréis generosamente al Señor. Nos vemos mañana, si Dios quiere, en la celebración eucarística. Os espero a todos. Os doy las gracias por el maravilloso ejemplo que habéis dado. Igual que esta noche, con Cristo podréis siempre afrontar las pruebas de la vida. No lo olvidéis. Gracias a todos.

martes, 14 de junio de 2011

NOS DA SU ESPÍRITU, QUE NOS UNE A ÉL Y NOS CONSAGRA (de las catequesis preparatorias para la JMJ)

1. El acontecimiento de Pentecostés

En Pentecostés se manifiesta el Espíritu Santo a los apóstoles. La promesa de Jesús "yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28,20) se cumple en su Espíritu. El Padre, que había enviado a Jesús en la encarnación, envía en Pentecostés al Espíritu Santo que lleva a cumplimiento lo que Jesús había manifestado. El Espíritu que aparece en Pentecostés con dones extraordinarios es el mismo Espíritu que se ha manifestado en toda la historia de la salvación.


2. El Espíritu Santo en el Antiguo Testamento

En el Génesis Dios crea el cosmos por su Espíritu "que aleteaba sobre las aguas" (Gn 1,2). Este mismo Espíritu es el que interviene, junto con el Padre y el Hijo, en la creación del hombre a imagen y semejanza de Dios (Gn 1,26), es el Espíritu que Yahvé sopla sobre el barro modelado según el segundo relato de la creación del hombre (Gn 2,7).

El Espíritu se manifiesta en el Antiguo Testamento a través de personajes elegidos por Dios para ser los mediadores de su acción y de su vida. En los patriarcas el Espíritu se revela por medio de la bendición que reciben y transmiten de generación en generación. Abrahán, el primero de los patriarcas, es bendecido por el Dios que cumple con su promesa de una gran descendencia. Él recibe, a su vez, la vocación de bendecir a la posteridad.

Después de la época de los patriarcas, el pueblo de Israel, esclavizado bajo el poder egipcio recibe un nuevo mediador. Dios elige a Moisés para salvar a su pueblo, para que haga de puente entre Dios y el pueblo. Además, Moisés unge con el óleo santo a los sacerdotes de la tribu de Leví para que sirvan a Dios y a los israelitas a través del culto. En la Ley Dios manifiesta su Amor por el pueblo. Pero son los profetas los que reciben la inspiración del Espíritu Santo de un modo especial. El Espíritu viene y manifiesta a través de los profetas un mensaje (palabra) o les encomienda una acción (obra). Los profetas anuncian a Cristo y preparan el camino para su venida. El último profeta, gozne entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, es Juan Bautista, el Precursor.


3. Jesús es el Cristo, el Ungido por el Espíritu Santo

Las profecías se cumplen en Jesús. Él es el Mesías anunciado por los profetas. Es profeta pero más que profeta. Es el Hijo de Dios que recibe también como hombre el Espíritu Santo. La misión de Jesús consiste en manifestar el amor del Padre a través de la predicación y de sus obras, signos y milagros. Así se manifiesta su designio de salvación: anunciar la Buena Noticia, liberar, curar. El poder del Espíritu Santo capacita a la humanidad de Jesús para ser cauce de la salvación de Dios.

Jesús es el Mesías, el Cristo, el "Ungido". Mesías (en hebreo) es lo mismo que Cristo (en griego) y significa "Ungido". El Padre unge a Jesús con el Espíritu Santo. El Hijo de Dios ha recibido desde siempre la unción del Espíritu Santo por el Padre. La novedad es que también Jesús, en cuanto hombre, recibe la unción del Espíritu. Por tanto en Jesucristo podemos distinguir dos unciones: la unción como Hijo de Dios, que recibe desde toda la eternidad, y la unción en su humanidad. A su vez, en su existencia humana, es ungido en distintos momentos por el Espíritu Santo.

En la encarnación el Verbo de Dios, sin dejar su divinidad, asume la carne humana por la acción del Espíritu Santo. De manera que el Hijo de Dios, tomando la carne y sin perder su condición divina, se hace hombre. Por la encarnación, en Jesús está presente y actuante el Espíritu Santo. Lo está en su divinidad (ahí no hay cambios) y comienza a hacerse presente en su humanidad. El Verbo divino toma la carne para ungirla con el Espíritu y llevarla a la gloria del Padre.

Después del bautismo en el Jordán recibe la unción del Espíritu con vistas a su misión de mediación entre Dios y los hombres. El Espíritu Santo se manifiesta a través de la humanidad de Jesús revelando su inmenso poder. Es tal la fuerza del Espíritu que su acción se transmite a través del cuerpo de Jesús, de todos sus miembros corporales, llegando incluso a la orla de su manto. El poder salvífico de Jesús se realiza a través de su humanidad, que es, en este sentido, sacramento (signo) de la acción de salvación de Dios con su pueblo.

La última etapa de la vida de Jesús es el misterio pascual. Solamente cuando Jesús resucita es glorificado plenamente también en su cuerpo. Cristo es plenificado por el Espíritu en la resurrección después de ser perfeccionado por la pasión y la cruz.


4. El cristiano recibe la unción del Espíritu Santo a imagen de Cristo

Cristiano quiere decir ser discípulo de Cristo, ser "ungido" como Cristo, marcado con el sello del Espíritu Santo con una marca indeleble. Así la hizo el bautismo y luego la confirmación la consolidó.

¿Quién soy yo? Mi identidad viene dada por ser hombre y cristiano. Como ser humano he sido creado a imagen de Dios: soy hijo del Padre a imagen del Hijo por el Espíritu Santo. Como cristiano, por el bautismo soy hijo de Dios, miembro de Cristo al participar de su misterio pascual (muerte y resurrección), soy parte de su Cuerpo (la Iglesia) y soy Templo del Espíritu Santo.

Al ser creado he recibido una gracia natural: el don de ser moldeado por el Padre con sus manos (con el Hijo y el Espíritu Santo). Con el bautismo he sido re-creado. He recibido la gracia santificante. Es un nuevo don que se añade al de la creación. Es tanto el amor de Dios conmigo que ha querido asociarme más hondamente a su propia vida, no sólo concediéndome una naturaleza capaz de comunicarse con Él, sino también me hace posible ser otro Cristo, a imagen del Verbo encarnado. Es el Espíritu Santo el que nos hace hijos en Cristo y sólo por su acción podemos llamar a Dios "Padre”.




5. El Espíritu en la vida de la Iglesia

El Espíritu Santo es el don de Dios para la Iglesia. El don del Espíritu es la entrega amorosa del Padre y el Hijo. Hablar de don es hablar de gracia, amor, donación, entrega. El Espíritu Santo es la gracia, el amor de comunión que Dios entrega como don gratuito para nuestra salvación. El don del Espíritu Santo tiene, como todo regalo, un donante y un receptor. El dador es la Trinidad. El receptor es todo hombre. ¿Y qué dona? La gracia, que no es una cosa, sino una presencia personal, la presencia de la tercera persona de la Santísima Trinidad.


a) Los dones del Espíritu Santo

El don del Espíritu Santo se manifiesta de muchas maneras. Los "talentos" son las gracias espirituales que cada uno recibe "según su capacidad" (Mt 25,15). El don del Espíritu es único, pero multiforme. Inspirados en Is 11,1-3 , la Iglesia ha concretado el único don del Espíritu en siete dones:
El don de piedad es la gracia de saberse hijo de Dios, como Jesús. Este don nos lleva a la confianza, la audacia y la familiaridad con Dios.
El don de sabiduría es el impulso del Espíritu para gustar de las cosas de Dios. Esto en Jesús se daba de un modo espontáneo: gustaba en cualquier realidad de la presencia de Dios.

El temor de Dios es el don del Espíritu por el que reconocemos su misterio y nos postramos en adoración ante Él como criaturas. Es la actitud de Moisés al descalzarse en la tierra sagrada.
El don de entendimiento es el impulso interior que procede del Espíritu para comprender la revelación que acogemos por la fe. Este don consiste en la ayuda del Espíritu para penetrar en las verdades divinas y así irlas comprendiendo más.

El don de ciencia es la luz que el Espíritu da para entrar más en profundidad en el conocimiento de las cosas humanas. Este don nos ayuda a ir más allá de lo aparente, teniendo una mirada desde Dios.

El don de consejo es una luz por la cual el Espíritu Santo muestra lo que se debe hacer en el lugar y en las circunstancias presentes. Ilumina la conciencia en las opciones de la vida diaria.

El don de fortaleza es la fuerza de Dios que nos capacita para hacer el bien y evitar el mal y nos alienta para dar testimonio de la fe, incluso hasta la ofrenda final de la vida con el martirio. Con el don de fortaleza podemos realizar lo que hemos recibido en el don de consejo.


b) Los carismas

Junto con los dones desde los comienzos de la vida eclesial aparecen los carismas. "Carisma" significa en sí don gratuito de Dios. Mientras que el don es una ayuda para la santificación personal, los carismas son gracias que uno recibe con vistas a la edificación de la Iglesia .Los carismas son dados para el bien de la comunidad, la construcción del Cuerpo Místico. Sin embargo, afecta al sujeto siendo para él fuente de fervor y, en definitiva, de santificación.. No están ligados al mérito personal: el Espíritu Santo los distribuye a quien quiere según la utilidad de la comunidad y no las cualidades del sujeto. Desde este sentido más técnico San Pablo enumera 4 listas de carismas, que podemos estructurar en 3 categorías:

- Instrucción: carisma de apóstol, profeta, doctor, evangelista, exhortador, palabra de sabiduría, palabra de ciencia, discernimiento de espíritus, hablar en lenguas, don de interpretarlas.

- Alivio o consuelo: Carisma de fe, gracias de curaciones, poder de milagros, limosna, hospitalidad, asistencia.

- Gobierno: carisma de pastor, ministerio.


c) Los frutos del Espíritu Santo

Junto con los dones y carismas, están los frutos a través de los cuales se manifiesta la acción del Espíritu: "Los frutos del Espíritu son perfecciones que forma en nosotros el Espíritu Santo como primicias de la gloria eterna. La tradición de la Iglesia enumera doce: 'caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia, castidad' .


sábado, 21 de mayo de 2011

“SE HAN LLEVADO A MI SEÑOR…” (Jn 20, 13)

Como María Magdalena nos hemos sentido todos esta semana cuando nos hemos enterado de que el pasado domingo alguien se llevó al Señor de la ermita del Cristo. Desde entonces yo he pasado por casi todos los estado ánimo: sorpresa, incredulidad, enfado, impotencia… Muchas veces cuando pienso dónde estará y qué estarán haciendo con Él, me pongo triste. Pero a pesar de todo, hoy mi vida sigue igual.


Esta semana he ido a la ermita varias veces, y todo parece normal. Qué grande es el Señor, que se hace tan pequeño, que pasa así de desapercibido; se hace tan vulnerable para poder estar con nosotros, que se deja hasta robar. Esto que ha pasado, me escandaliza, ¿cómo puede alguien llevarse al mismo Dios-Amor para profanarlo? (porque seguro que no se lo han llevado para montarse una Hora Santa en casa). Pero esto también me ha hecho pensar en cómo está mi amor por la Eucaristía. Yo no vendo al Señor en el mercado negro, pero voy tantas veces a comulgar distraída, a adorarle pensando en mis cosas… Muy poquitas veces soy consciente de quién está ahí realmente, escondido en el Sagrario, expuesto todo el día en las Clarisas, o deseando hacerse presente en las manos del sacerdote en cada consagración. Lo he visto tantas veces que he acabado acostumbrándome, y han tenido que venir estas personas a robar a la ermita para recordarme que de verdad Dios está ahí.




Y ante esto, ¿yo qué puedo hacer? Providencialmente, el otro día leí una entrada de un blog acerca de la profanación de la capilla de Somosaguas, y cómo una estudiante católica que pasaba por allí, al ver la que se estaba liando, decidió pasar a la capilla y rezar. La imagen es impresionante.

Santa Maravillas de Jesús, cuando se profanó la imagen del Sagrado Corazón del Cerro de los Ángeles, les dijo a sus hermanas: “Han derribado al Señor de su trono, levantemos cada una en nuestro corazón un trono para el Señor… orando y reparando” .

Pues eso el lo que yo creo que tenemos que hacer ahora, orar y reparar, pedir por los que se han llevado al Señor de la ermita, amar mucho a Dios, y decírselo mucho. Si todos le decimos cada día: “Jesús, te quiero”, recibirá un “te quiero” por cada persona que nunca se lo va a decir, por cada forma robada, por cada capilla profanada…

¡Jesús, te quiero!



Cris+

domingo, 1 de mayo de 2011

RESUCITÓ AL TERCER DÍA (de las catequesis preparatorias para la JMJ)

1. Un acontecimiento sorprendente



"¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!" (Lc 24,34). Es el grito de los discípulos a los de Emaús cuando, después de encontrarse con Jesús, vuelven a la comunidad de Jerusalén. Jesús verdaderamente resucitó y así lo fueron descubriendo los testigos de sus apariciones. Al principio no podían creerlo, era algo impensable. Jesús durante su vida en la tierra resucitó muertos, pero la resurrección de Jesús es distinta: ya no morirá más.


El cuerpo de Jesús resucitado es una carne transfigurada, con propiedades espirituales: es material y espiritual a la vez. ¿Por qué? Porque la carne ha sido espiritualizada con la presencia del Espíritu Santo. Por eso es nota común a las apariciones que al principio a Jesús no le reconocen. Es el mismo pero está transformado; ya no es lo mismo, su humanidad ha recibido la plenitud del Espíritu Santo.


2. La resurrección es muestra del poder de Dios


La primera fórmula de fe que aparece en el Nuevo Testamento es muy básica: "Dios ha resucitado a Jesús de entre los muertos". En esta primera expresión, ¿por qué Dios es el sujeto? Porque sólo Dios tiene fuerza para dar vida a un muerto. Así se muestra el poder de Dios que es el único que puede salvar. Más adelante, sin cambio de sentido, aparecerá la expresión "Cristo resucitó" (1Co 15,13s). Es Jesús el que puede vencer el poder de la muerte con la vida nueva de la resurrección. La resurrección confirma que Jesús no es un mero hombre, sino que es Dios.


La resurrección es una "nueva creación", por la que todo vuelve a ser hecho. Es el Padre el que resucita a Jesús y es el Hijo el que resucita por la fuerza del Espíritu Santo


3. La resurrección: fundamento de la fe de la Iglesia


La resurrección de Cristo, realizada con la fuerza de Dios, es el centro y la originalidad de la fe cristiana. La Resurrección de Jesús es la verdad culminante de nuestra fe en Cristo, creída y vivida por la primera comunidad cristiana como verdad central, transmitida como fundamental por la Tradición, establecida en los documentos del Nuevo Testamento, predicada como parte esencial del Misterio Pascual al mismo tiempo que la Cruz.


Pero la fuerza de la resurrección está en el testimonio de los testigos. Pablo señala algunos de ellos: Pedro, los Doce apóstoles, un gran número de discípulos y, por último, a él mismo. El mismo Pablo es testigo de la resurrección y si tiene fe en ella y la confiesa con tanta convicción es porque ha sido testigo de primera mano. Primero el testimonio del sepulcro vacío y después las numerosas apariciones hacen posible que el mensaje de la resurrección sea creíble para los testigos y aquellos a los que éstos comunican esta buena nueva.


4. La fe en la resurrección es fuente de salvación


Si Cristo no ha resucitado vana es nuestra fe (1Co 15,17). Por eso la fe cristiana tiene su fundamento en la victoria de la vida sobre la muerte. Esto es lo que nos salva. La confesión de Cristo muerto y resucitado es tabla de salvación para el creyente.La resurrección de Cristo transforma el cansancio y la frustración en esperanza. ¡Es posible algo nuevo! ¡Siempre es posible el cambio! No hay nada que esté perdido. Esta es la experiencia de los discípulos: con miedo, encerrados en el cenáculo, sólo les hace superar el temor ver a Jesús resucitado. Jesús se aparece, y esto les devuelve la esperanza. Así también los de Emaús cambian radicalmente: de huir de Jerusalén defraudados por el triste final de Aquel al que habían seguido y había "fracasado" en la cruz, pasan a volver rápidamente al descubrir que Jesús está vivo.

5. La resurrección es un acontecimiento histórico y trascendente


La credibilidad de las apariciones viene dada por las notas comunes que en ellas se repiten: es un acontecimiento inesperado, en primera instancia no reconocen que es Jesús, les cuesta salir de la tristeza en la que están, al principio les cuesta creer que sea Jesús, sólo por sus gestos y palabras lo reconocen. Así, por ejemplo, los de Emaús salen de Jerusalén decepcionados y sólo le reconocen cuando Jesús hace el signo del "partir el pan" (Lc 24,31) y en ese momento se dan cuenta de que su corazón ardía cuando Él les hablaba en el camino (Lc 24,32).


Es imposible interpretar la Resurrección de Cristo fuera del orden físico, y no reconocerlo como un hecho histórico. Sabemos por los hechos que la fe de los discípulos fue sometida a la prueba radical de la pasión y de la muerte en cruz de su Maestro. La sacudida provocada por la pasión fue tan grande que los discípulos (por lo menos, algunos de ellos) no creyeron tan pronto en la noticia de la resurrección. Los evangelios, lejos de mostrarnos una comunidad arrobada por una exaltación mística, los evangelios nos presentan a los discípulos abatidos y asustados. Por eso no creyeron a las santas mujeres que regresaban del sepulcro y "sus palabras les parecían como desatinos". Cuando Jesús se manifiesta a los once en la tarde de Pascua "les echó en cara su incredulidad y su dureza de cabeza por no haber creído a quienes le habían visto resucitado".


6. La resurrección de Jesucristo trae una vida nueva


Si por la muerte de Jesús somos liberados del pecado y de la muerte eterna, por la resurrección se nos abre el camino a una vida nueva. En palabras de San Pablo: con la muerte de Cristo muere nuestro hombre viejo y con su resurrección renace el hombre nuevo.


En el bautismo participamos del misterio pascual a través del signo del agua. La vida nueva que nos trae Cristo resucitado es la vida eterna . No se trata sólo de la vida futura, sino que cuando vivimos en el Espíritu ya poseemos la vida eterna, aunque no plenamente. Conviene no olvidar que la vida nueva y eterna no es, en rigor, simplemente otra vida; es también esta vida en el mundo. Quien se abre por la fe y el amor a la vida del Espíritu de Cristo, está compartiendo ya ahora, aunque de forma todavía imperfecta, la vida del Resucitado.


7. Es una gran noticia que debe ser comunicada: comunidad y evangelización


Es nota común a todas las apariciones, que los que ven a Jesús no pueden callárselo. Es tan grande la noticia que han de anunciarlo. Así pues, la resurrección lleva a volver a la comunidad y al anuncio. Las primeras en encontrar el domingo de Pascua el sepulcro vacío fueron mujeres. Asumen el riesgo de no ser creídas. Pero es más fuerte la experiencia que el temor al qué dirán. La experiencia de Jesús resucitado hace volver a la comunidad a los que se han ido de ella por miedo o decepción. El encuentro con Jesús vivo lleva a vivir la fe en la comunidad, a compartirla, a anunciarla.


lunes, 11 de abril de 2011

SE ENTREGA A LA MUERTE, LIBREMENTE ACEPTADA (de las catequesis preparatorias de la JMJ)

1. El dolor es una realidad universal que ningún hombre ni sistema puede eliminar


Todos sufrimos: es una realidad universal. Desde que nacemos no podemos evitar el dolor. En todas las etapas de nuestra vida constatamos esta realidad, pero a medida que crecemos la vamos sintiendo más. El hombre, en la medida en que es consciente de lo que le ocurre, sufre más.

Hay una lucha permanente entre dejar de sufrir y aceptar las situaciones dolorosas que nos sobrevienen inevitablemente. El ser humano busca eliminar el sufrimiento físico, psíquico y moral. La investigación científica, en el campo de la medicina por ejemplo, avanza en la lucha contra el dolor, pero no puede abolirlo. El combate frente al sufrimiento es legítimo y necesario, pero no puede ser el objetivo final, porque lleva a la frustración de no poder aniquilar algo que permanece de muchos modos en cada persona y en la sociedad.

El dolor pone al hombre ante su debilidad. Éste no respeta ninguna edad ni situación. Nos llegan noticias de desgracias naturales, muertes repentinas, enfermedades incurables. Conocemos niños y jóvenes a los que les sorprende en edad temprana situaciones muy dolorosas que no podemos explicar ni entender, lo cual trunca muchos proyectos aparentemente legítimos. Esto nos lleva a preguntarnos: ¿El dolor conlleva la ruina y la tristeza para el que sufre? ¿Es posible sufrir y ser feliz?

Si el objetivo final es abolir el sufrimiento para poder ser feliz, sería imposible la felicidad en esta tierra, porque es imposible eliminar totalmente el dolor. Entonces, ¿cómo integrar el dolor, las debilidades e incapacidades para que la vida sea auténticamente lograda?, ¿cómo compaginar una vida plena y auténtica cuando el dolor sobreviene?


2. El dolor es un misterio

Cuando llega una situación dolorosa se suelen dar las siguientes etapas: primero la negación de la misma, después la pregunta sobre esa situación y, tras un tiempo, la tensión entre aceptarlo o rechazarlo. Veamos cómo se dan.


Ante una circunstancia muy dolorosa es muy frecuente negarla diciéndonos: "esto no ha ocurrido", "no es posible que esto me haya sucedido a mí". Cuando uno ya no puede negarlo, porque la realidad se acaba imponiendo, se suscita la pregunta del por qué: ¿por qué esta enfermedad?, ¿por qué esta desgracial? Y no encontramos respuesta ante este cuestionamiento existencial. Atascarse en esta etapa lleva a la frustración. No hay una respuesta plenamente convincente ante el porqué del dolor. Pero no podemos quedarnos ahí.



La pregunta del porqué es inevitable y necesitamos hacerla durante un tiempo. Pero necesitamos dar un paso más. El hombre tiene la necesidad de dar sentido a toda realidad. A la pregunta del por qué debe seguir otra: la del "para qué". Pero dar este paso supone una decisión previa. Ante la realidad del dolor es necesario tomar una opción. O el lamento permanente del no poder comprender por qué ha sucedido ese acontecimiento doloroso, lo cual lleva a la amargura, o bien aceptar -aunque no se comprenda- que ese hecho tiene un sentido más allá del aparente. El dolor nos sitúa ante el misterio de algo que se nos escapa radicalmente. Y ante el misterio la actitud más adecuada es la del silencio y la adoración.


El silencio es la mejor reacción ante el dolor ajeno. Cuando alguien está sufriendo, ¿de qué le sirven las palabras, muchas veces forzadas, del que le intenta consolar? Ante el sufrimiento lo primero y fundamental es callar; no malgastar palabras, al menos no decir una sola que no se sienta completamente, pues ante el dolor todo suena a falso; cuanto más, lo que ya es falso de por sí. En esas circunstancias lo mejor es acompañar en silencio, estar junto al que sufre, tratar de asumir interiormente su dolor y así amarle sin palabras.

Ante el sufrimiento propio lo mejor es expresar el sentimiento (con palabras, gritos, con lágrimas.) y entregarlo a Dios. Son dos momentos y dos niveles: el del sentimiento del dolor que necesita ser sacado de nuestro corazón y se saca expresándolo, y luego entregar al Señor ese sentimiento, ofrecerle esa situación.

Lo peor de cualquier situación dolorosa no es ésta en sí misma, sino el no poder aceptarla. Hay personas con enfermedades muy graves irreversibles, hay madres que han perdido a un hijo y que viven felices, no porque no les duela esa situación, sino porque la han aceptado y la han dado un sentido que les permite integrarla.


3. El dolor, una vez asumido, colabora a la realización y plenitud del hombre

Podríamos decir que sufrir no es bueno -porque no es agradable y resulta doloroso- pero sí es bueno haber sufrido, porque nos permite ser más comprensivos ante los límites de los demás. Todo dolor conlleva una crisis que, cuando se supera, posibilita el crecimiento y la maduración. El dolor purifica, nos sitúa en nuestra más honda realidad. El sufrimiento va limando nuestro corazón y duele mucho, pero el efecto que deja al ser limado es el de un corazón más comprensivo, más capaz de amar. El sufrimiento aceptado permite comprender mejor la debilidad humana. El que ha sufrido sabe compadecerse mejor que el que no ha tenido esa experiencia. Por eso Dios mismo ha querido entrar en el camino del dolor. Dios, en su Hijo Jesucristo, ha asumido totalmente nuestro dolor para así consolarnos.


4. La cruz de Jesucristo es la respuesta de Dios al sufrimiento humano

La realidad del sufrimiento es un escándalo para el que espera que Dios impida el dolor. La célebre acusación contra la existencia de Dios por la realidad del sufrimiento todavía permanece: ¿cómo puede seguir habiendo sufrimiento si existe un Dios bueno y omnipotente? Pero Dios, que es omnipotente y podría evitar todo dolor, no lo hace, no porque sea malo, sino porque acepta la libre decisión del hombre, que al enfrentarse a Dios y alejarse de Él ha abierto la puerta al dolor y a la muerte.


Ante esta situación, producida por la libertad humana, Dios libremente no suprime lo que el hombre produjo con su libertad. Pero no quiere dejarle solo y por eso Él también asume lo que, de por sí, no le corresponde. Su respeto a la libertad es tan grande que más que eliminar el dolor lo que hace es asumirlo. Este es el sentido de la Pasión: Jesucristo comparte totalmente nuestra condición doliente y nos acompaña en ella.


Así pues, ¿cuál es la respuesta de Dios ante el sufrimiento humano? Dejar que su Hijo pasase por lo mismo que nosotros, hasta morir del modo más ignominioso, como un esclavo. ¿Cuál es la respuesta de Dios ante el sufrimiento de su Hijo? El silencio. Dios calla. Es un escándalo. Él lo podría haber evitado. Pero no, no lo hizo. ¿Por qué? ¿Por qué dejó que su Hijo muriese, sufriese? ¿Por qué en Getsemaní, cuando su Hijo con lágrimas en los ojos y sudando sangre de angustia le pidió clemencia, que pasase de Él ese cáliz amargo de sangre, por qué en ese momento calla? Es el Misterio de Dios, el Misterio del sufrimiento, el Misterio del hombre.


¿Qué hace Jesús ante su propio sufrimiento durante la Pasión? Jesús habitualmente calla y cuando habla no lo hace para defenderse, sino para enseñar, para educar con su actitud. ¿Qué ocurre en el Calvario? Hay silencio, sólo roto por los que se burlan de Jesús o por sus "siete palabras" en la cruz. Jesús evangeliza en su vida terrena, y en su muerte, silenciosamente. Sin dejar de ser Hijo de Dios, en la cruz manifiesta su lado más humano, del que quiso hacerse en todo semejante a nosotros excepto en el pecado. Nos resulta difícil comprender por qué Dios se revela en esa debilidad.


5. El sentido de la muerte de Jesús

La muerte del Hijo de Dios en la cruz es un misterio. Ante el misterio, decíamos antes hablando del sufrimiento, la mejor respuesta es la contemplación y la adoración del mismo. No avanzamos preguntándonos por el por qué. Pero sí cuando nos interrogamos: ¿para qué muere Jesús?

a) Libremente y por amor

Jesús acepta la muerte de un modo voluntario y libre. ¿Para qué? Para redimirnos del pecado. Este "para qué" contiene un por qué más profundo: el amor del Padre que se manifiesta en su Hijo Jesucristo. Jesús, al aceptar en su corazón humano el amor del Padre hacia los hombres, los amó hasta el extremo (Jn 13, 1) porque nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos (Jn 15, 13). En efecto, aceptó libremente su pasión y su muerte por amor a su Padre y a los hombres que el Padre quiere salvar. Jesús asume la muerte, no porque le resulte agradable, sino porque quiere hacer la Voluntad del Padre, que por Amor pide esa entrega definitiva.


b) A todos y cada uno

La eficacia de la redención de Cristo afecta a todos los hombres de un modo personal. "Como por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo todos serán constituidos justos" (Rm 5, 19). El colectivo "todos" supone que afecta a cada uno en particular.


6. La cruz es fuente de vida.

Jesús asume todo lo humano y por eso acepta el sufrimiento como algo que hay que tomar para que el hombre sea liberado de él. Mirar a Cristo en la cruz es encontrar el consuelo y la paz para vivir nuestros sufrimientos. Salir de uno mismo mirando a la cruz de Cristo es saberse acompañado por Él que ha querido tomar sobre sí todas nuestras dolencias por amor. Esta es la experiencia de los santos, que al unirse a la Cruz de Cristo encuentran el sentido pleno de su entrega.

a) En la compañía de los santos y de toda la Iglesia

San Pablo experimenta en su propia carne la cruz de Jesús: "Estoy crucificado con Cristo; vivo yo, pero no soy yo, sino que Cristo vive en mí" (Gal. 2.19-20). "Nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los griegos: mas para los llamados... fuerza de Dios y sabiduría de Dios... Pues no quise saber entre vosotros otra cosa sino a Jesucristo, y éste crucificado" (1Co 1,23-24: 1Co 2, 2). Vive todas las penalidades que sufre en la misión con la alegría del que se sabe unido a Cristo.

San Francisco de Asís, que tiene una visión y una experiencia mística de la cruz en la que recibe las cinco llagas dirá: "Me sé de memoria a Jesucristo crucificado". Este conocimiento se aprende mirando al crucifijo. Es un conocimiento comprensivo y entrañable. Es un conocimiento fruto del amor.


La Beata Teresa de Calcuta dice: "Nuestros sufrimientos son caricias bondadosas de Dios, llamándonos para que nos volvamos a Él, y para hacernos reconocer que no somos nosotros los que controlamos nuestras vidas, sino que es Dios quien tiene el control, y podemos confiar plenamente en Él".

b) En la cruz está la vida y el consuelo

La contemplación de Cristo nos permite ver cómo su muerte es fuente de vida. Es normal que el dolor asuste -así le pasó a Jesús en el huerto de los olivos- pero cuando se acepta y se integra como paso necesario para una vida resucitada, es fecundo. La Cruz es el único medio que tenemos para ascender hasta Dios. El que entra seriamente en el camino de la Cruz, quedará cambiado en su interior. Nosotros seremos iguales a Él, si llevamos su Cruz tras Él.


c) La salvación pasa por la cruz.

Cristo murió una vez y por todos, pero en los miembros de su cuerpo sigue sufriendo cada día. Cristo sufre con todo el dolor de la humanidad, de cada hombre. Por eso Él y sólo Él puede restaurar y dar sentido al sufrimiento.


El sufrimiento tiene sentido porque será el paso necesario para que nuestra vida sea transfigurada. El pan no se puede repartir si antes no se parte, no se rompe. Tampoco nosotros podremos repartirnos, podremos manifestar la vida que llevamos dentro y a la que estamos llamados, si no nos partimos, si no aceptamos sufrir por amor. Estar así es camino de salvación, es vivir como Jesús la humanidad, es ser personas en plenitud.


La muerte no tiene la última palabra. Cristo con su resurrección ha vencido el poder del pecado y de la muerte. El significado de la muerte de Jesús queda iluminado con la gloria de la resurrección.


domingo, 13 de marzo de 2011

LLAMABA A COMPARTIR SU VIDA Y SU MISIÓN (de las catequesis preparatorias de la JMJ)

1. Juan Pablo II a los jóvenes
"En realidad, es a Jesús a quien buscáis cuando soñáis la felicidad; es Él quien os espera cuando no os satisface nada de lo que encontráis; es Él la belleza que tanto os atrae; es Él quien os provoca con esa sed de radicalidad que no os permite dejaros llevar del conformismo; es Él quien os empuja a dejar las máscaras que falsean la vida. Es Jesús el que suscita en vosotros el deseo de hacer de vuestra vida algo grande, la voluntad de seguir un ideal, el rechazo a dejaros atrapar por la mediocridad, la valentía de comprometeros con humildad y perseverancia para mejoraros a vosotros mismos y a la sociedad, haciéndola más humana y fraterna.” (JUAN PABLO II, Jornada Mundial de la Juventud, Roma, agosto 2000).

Cada uno tiene que pararse a pensar si son éstos los sentimientos que más frecuentemente ocupan su corazón: soñar la felicidad, sentir insatisfacción con lo que se encuentra, sentirse atraídos por la belleza, tener sed de radicalidad, dejar las máscaras que falsean la vida, hacer de la vida algo grande, seguir un ideal, hacer una sociedad más humana y fraterna.

Juan Pablo II no se limitaba a afirmar lo que con toda probabilidad eran los sentimientos más comunes de los jóvenes. Interpretaba esos sentimientos y declaraba su significado: "Es Jesús a quien buscáis., es Él quien os espera., es Él la belleza que os atrae, es Jesús quien suscita en vosotros el deseo…
La llamada de Jesús resuena dentro de nosotros mismos, en nuestra propia vida. Podemos reconocer la pregunta que hizo Jesús a los dos discípulos de Juan Bautista, cuando le seguían sin saber bien adónde: "¿Qué buscáis?" (Jn 1,37). Y podemos reconocer también la respuesta que acertaron a balbucir los discípulos: "Maestro, ¿dónde vives?" (Jn 1,39). Se dejaron atraer por Jesús y consintieron en seguirle.

2. Escuchamos la Palabra de Dios

Nuestra existencia no es puro azar, no hemos sido arrojados al mundo, no existimos por casualidad o por un absurdo. El Señor tiene un plan para cada uno de nosotros. Cuenta con nosotros para confiarnos una misión: es lo que estamos llamados a hacer en la vida para tejer la historia y contribuir a la edificación de su Iglesia, templo vivo de su presencia.

En origen de nuestra vida hay una llamada. Vivir es percibirla, permanecer a la escucha, ser valientes y generosos para responder. Al final de nuestra existencia en la tierra seremos considerados siervos fieles que han aprovechado bien los dones que se nos han concedido.

Hemos sido creados a imagen de Dios, para ser sus hijos, unidos por la acción del Espíritu Santo a Jesucristo, que es el Hijo. Estamos tan fuertemente llamados a vivir unidos a Jesucristo, que sólo conociéndole a Él nos entendemos a nosotros mismos y comprendemos nuestro destino. Por eso el primer paso de nuestra respuesta es el Bautismo, por el que fuimos hechos miembros de su Cuerpo. En Él se va formando el pueblo de los llamados.

Nadie mejor que Jesucristo, el Hijo Eterno de Dios hecho hombre, puede hablarnos y reproducir en nosotros su imagen de hijo. Por eso nos invita a seguirle, a ser como Él, a compartir su vida, su palabra, sus sentimientos, su muerte y resurrección. El Hijo de Dios se hizo hombre para que la llamada de Dios resuene siempre en nosotros. No existe un solo párrafo en el Evangelio, o un encuentro o un diálogo que no exprese, directa o indirectamente, una llamada por parte de Jesús. Según los relatos de los evangelios, parece que, Jesús siempre deja a quienes se encuentran con Él la misma preocupación: ¿qué hacer de mi vida?, ¿cuál es mi camino?

Jesús llama a todos. Es una llamada universal. Rompe las barreras de lo puro-impuro, pecadores-fieles. Llama a los publicanos que están lejos de la comunidad, incluso a los zelotes, o a los simples iletrados pecadores.


La llamada es apremiante. La respuesta debe ser rápida y sin reservas. Ante su llamada no se puede tergiversar nada ni tomarse ningún tiempo para realizar otras tareas humanas. A la llamada de Jesús para el Reino los discípulos responden inmediatamente y con toda la vida.
Los discípulos siguieron a Cristo. Seguir a Jesús es fiarse de Él, dejarse iluminar por Él. La "obra" principal que el Padre pide de quienes siguen a su Hijo es "que crean en él" (Jn 6,29).

Los discípulos son invitados a seguirle viviendo con Él y como Él. Es la llamada de Jesús a todo hombre. Una llamada que, para ser escuchada, requiere búsqueda y generosidad. De otro modo es difícilmente perceptible.

Jesús llama a dar la vida: lo experimentaron los primeros discípulos y todos los que le han seguido después. Seguir a Jesús consiste en compartir su propio destino, en ser y obrar como Él. Más en concreto: vivir su misma relación con el Padre y con los hombres, sus hermanos. Los discípulos de Jesús aceptan la vida como un don recibido de las manos del Padre, para "perderla" y verter este don sobre aquellos que el Padre les ha confiado.

La vida toda de Jesús, y todo su ser, gira en torno a la misión. En ella se concentra y se expresa su obediencia al Padre y su amor tan extremado a sus hermanos: "Nadie tiene un amor más grande que éste: el de dar la vida por los propios amigos" ( Jn 15,13).

"Jesús, al invitar al joven rico a ir mucho más allá de la satisfacción de sus aspiraciones y proyectos personales, le dice: 'Ven y sígueme'. La vocación cristiana nace de una propuesta de amor del Señor y sólo puede realizarse gracias a una respuesta de amor: 'Jesús invita sus discípulos al don total de su vida, sin cálculo ni interés humano, con una absoluta confianza en Dios.

Siguiendo el ejemplo de tantos discípulos de Cristo, acoged también vosotros con alegría, queridos amigos, la invitación a seguirle para vivir intensamente y con fecundidad en este mundo. Por el Bautismo, en efecto, llama a cada uno a seguirle a través de acciones concretas, a amarle por encima de todo y a servirle en sus hermanos. El joven rico, infelizmente, no acogió la invitación de Jesús y se marchó muy triste. Le había faltado valentía para desprenderse de los bienes materiales para encontrar el bien incomparable que Jesús le proponía.

La tristeza del joven rico del Evangelio es la que nace en el corazón de cada uno cuando no se tiene la valentía de seguir a Cristo, de elegir la mejor opción. ¡Pero nunca es demasiado tarde para responderle!

No tengáis miedo, queridos muchachos y queridas muchachas, si el Señor os llama a la vida religiosa, monástica, misionera o de especial consagración: él sabe dar una profunda alegría a quienes responden con valentía. Invito, además, a los que sienten la vocación la matrimonio a acogerla con fe, comprometiéndose a poner sólidas bases para vivir un gran amor, fiel y abierto al don de la vida, que es riqueza y gracia para la sociedad y para la Iglesia"
(BENEDICTO XVI, Mensaje a los Jóvenes en la XXV JMJ, 2010).

3. Nuestra respuesta

La historia de toda vocación cristiana es la historia de un diálogo entre Dios y el hombre, entre el amor de Dios que llama y la libertad del hombre que responde a Dios en el amor. Un encuentro de dos libertades. Nada más sagrado, nada que exija más respeto.

Para acoger una propuesta fascinante como la que nos hace Jesús, para establecer una alianza con él, hace falta ser jóvenes interiormente, capaces de dejarse interpelar por su novedad, para emprender con él caminos nuevos. Jesús tiene predilección por los jóvenes, como lo pone de manifiesto el diálogo con el joven rico; respeta su libertad, pero nunca se cansa de proponerles metas más altas para su vida: la novedad del Evangelio y la belleza de una conducta santa.

El cristianismo sólo se puede vivir en plenitud si se vive desde la llamada. "Si quieres" dice el Señor. Él respeta nuestra decisión, nuestra libertad.

domingo, 6 de marzo de 2011

RESUMEN DE LA SEGUNDA REUNIÓN INFORMATIVA DE LA JMJ

Desde la parroquia nos recuerdan que ya podemos inscribirnos para la Jornada (recordad que cuanto antes estemos todos inscritos, antes se podrá mandar a la diócesis, y antes podrá la diócesis cerrar al grupo para que nos pongan más cerca del Papa). Esta semana Dios mediante se abrirá una cuenta bancaria para que podamos ingresar el dinero de las inscripciones. Recordad que la opción que más nos interesa es la del fin de semana sin alojamiento ni comida (45€). Podéis recoger las inscripciones en la casa parroquial. Acordaos de que hay que rellenar las 2 inscripciones (el folio entero) y entregárselo a Arancha.

Si queréis apuntaros como voluntarios (por aquello de “dad gratis lo que gratis habéis recibido”, porque es cierto que la organización se está viendo un poco desbordada con toda la gente que se prevé que venga, porque el Papa después tendrá un encuentro sólo con los voluntarios…), lo mejor es que os apuntéis para colaborar la semana previa y no el fin de semana propio del encuentro, para que así podáis disfrutar de las actividades fuertes.

Con respecto al Proyecto Nicaragua Madrid-2011, sabed que ya hay jóvenes en Nicaragua reuniéndose para prepararse para la JMJ. En próximas reuniones os los iremos presentando para que conozcáis a estos hermanos nuestros que tanto van a dar y recibir en nuestra parroquia este verano. En la próxima reunión, además, os cantaremos el plan de actividades que ha propuesto el Proyecto para la semana previa a la Jornada.

Como el catecismo dice de los laicos que “en las comunidades eclesiales, su acción es tan necesaria que, sin ella, el apostolado de los pastores no puede obtener en la mayoría de las veces su plena eficacia”, y nuestros sacerdotes, por mucho que quieran, no se pueden partir por la mitad para llegar a más cosas, se ha establecido un comité para planear lo que vamos a hacer en la semana previa a la Jornada y otros temas de organización. Los valientes son: Lisseth, Patricia, Ana Sánchez, María, Laura, César, Sergio Mateo y Lara.

La siguiente reunión será el sábado 14 de Mayo a las 18.00 en la casa parroquial, pero antes tendremos un encuentro de jóvenes con nuestro obispo, con motivo de la visita pastoral, que será el viernes 1 de Abril a las 20.30.

¡¡No faltéis, y avisad a todo el mundo, que estas cosas son las que hacen parroquia!!



miércoles, 2 de marzo de 2011

ANUNCIABA EL REINO DE DIOS: SU ENSEÑANZA Y SUS OBRAS (de las catequesis preparatorias para la JMJ)

1. Una mirada a la realidad

A medida que vamos creciendo y madurando, nos damos cuenta de que hay algo en lo más hondo de nosotros mismos, que es lo que nos motiva para vivir, trabajar, hacer proyectos. Aunque no sepamos explicarlo bien, el sentirnos a salvo, la satisfacción y la felicidad que no dejamos de perseguir en la vida tienen que ver con esa realidad, más o menos identificada, que nos impulsa.
Nos gustaría que toda nuestra vida quedara unificada en torno a esa fuerza.Pero nos damos cuenta también de que estamos como divididos por dentro: queremos lo bello, lo bueno, lo verdadero, todo lo mejor, y, al mismo tiempo, experimentamos la parcialidad y la finitud.
Aspiramos sinceramente a construir un mundo más justo y solidario, pero cuántas veces en la práctica no terminamos de saber bien qué queremos, ni cómo queremos ser, ni por qué caminos queremos avanzar.Somos contradictorios. Ponemos todo nuestro interés en conseguir unas metas en las que esperamos encontrar la felicidad, pero, conseguidas las metas, sentimos que lo que buscábamos era mucho más que lo que hemos logrado. Somos más felices por lo que deseamos que por lo que poseemos. Sentimos una sed imperiosa de más, una sed insaciable; soñamos lo infinito, pero los logros son siempre finitos. Hay que buscar otra vez, comenzar siempre de nuevo.

2. El anuncio de la Buena Noticia

"Jesús, lleno de la fuerza del Espíritu, regresó a Galilea, y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas y todo el mundo hablaba bien del él.Llegó a Nazaret, donde se había criado. Según su costumbre, entró en la sinagoga un sábado y se levantó para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías y, al desenrollarlo, encontró el pasaje donde está escrito.El espíritu del Señor está sobre mí,porque me ha ungido para anunciar la buena noticia a los pobres;me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivosy a dar la vista a los ciegos, a libertar a los oprimidosy a proclamar un año de gracia del Señor.Después enrolló el libro, se lo dio al ayudante y se sentó. Todos los que estaban en la sinagoga tenían sus ojos clavados en él. Y comenzó a decirles.Hoy se ha cumplido el pasaje de Escritura que acabáis de escuchar" (Lc 4, 14-21).
El pasaje de la Escritura se cumple en Jesús. La Buena Noticia es Jesús mismo. Es la gran noticia para los deseos de plenitud, de bienaventuranza y alegría que anidan en nuestro corazón."El que tenga sed, que venga a mí; el que cree en mí que beba" (Jn 7,37). La Buena Nueva es la persona misma de Jesús. En sus palabras y sus obras se nos manifiesta la oferta de salvación que hace Dios a los hombres de todos los tiempos. Su humanidad aparece como el signo e instrumento de su divinidad y de la salvación que trae consigo. Lo visible de su vida terrena conduce al misterio invisible de Dios.
Si el cristianismo, como se dice en tantas ocasiones, es en primer lugar una Persona, Jesús, y no una doctrina, todo comienza por conocerle a Él. El conocimiento es lo que abre camino en el corazón a todo lo demás: conocer a Jesús para amarle y seguirle. No es un conocimiento teórico y abstracto; es conocimiento concreto de sus dichos y hechos, de su vida, muerte y resurrección, que se pueden llamar "misterios" porque en ellos se manifiesta Dios, porque en ellos Dios ofrece la salvación a toda la humanidad. No se ama lo que no se conoce, y si no se ama, ni se busca ni se goza.
El centro de la vida de Jesús es el mensaje de la llegada del reino de Dios. Cuando decimos "reino de Dios" nos referimos a "señorío de Dios". Es Dios mismo. La venida del reino de Dios significa la venida del mismo Dios que, con su cercanía, nos invita a participar de su vida divina. Cada uno somos responsables de aceptar o rechazar la invitación. La predicación de Jesús sobre el reino, más que proclamar los derechos de Dios, proclama la dicha del hombre que acoge su oferta.
Los anhelos de la humanidad, los deseos más hondos del corazón humano, se ven infinitamente colmados en el encuentro con Jesús. Ahí se ve con claridad que el cumplimiento de las aspiraciones más auténticamente humanas no es resultado de nuestro empeño, sino acción de Dios, don de Dios que nosotros acogemos agradecidos. El reino de Dios contiene una promesa que no podemos planificar, ni organizar, ni construir con nuestras exclusivas fuerzas; es un regalo, un don que se nos ofrece gratuitamente. Sólo podemos pedirlo, que es a lo que nos invita Jesús: "Venga a nosotros tu reino".La presencia del reino de Dios entre los hombres se manifiesta primordialmente en el perdón que, de palabra y de obra, proclama Jesús, como buena noticia que trae para los pecadores y los pobres que confían en Dios. Jesús mismo es la misericordia de Dios hecha carne. El amor misericordioso de Dios acoge siempre a todo hombre. Dios Padre se compadece del pecador y lo atrae hacia sí con un amor sin límites.
"Jesús recorría todas las ciudades y pueblos, proclamando la Buena Nueva del reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia" (Mt 9,35). Los milagros forman parte de la proclamación del reino de Dios. Son signos de que el reino de Dios, con toda su fuerza misteriosa, está ya realizándose en medio de los hombres.Cuando Jesús libera a algunos hombres de males como el hambre, la injusticia, la enfermedad o la muerte, quiere hacernos ver que él ha venido para liberar a los hombres de la esclavitud más grave, la del pecado, que es el mayor obstáculo a la vocación de hijos de Dios y la causa de todas las servidumbres humanas. Sólo unos ojos y oídos creyentes pueden comprender bien las acciones de Jesús. Los milagros son signos de su amor y de su poder y los hace para atraer a la fe. No sólo muestran que el reino ha llegado, sino que nos iluminan y nos invitan a creer y convertirnos.
3. La Buena Noticia se nos anuncia hoy a nosotros

Aunque sea en medio del ruido, la confusión, las dudas, los deseos más nobles y las contradicciones personales, el anuncio del Evangelio nos alcanza hoy también a nosotros. Jesús nos revela en él la cercanía de Dios. Él nos dice: "Está cerca el reino de Dios. Convertíos y creed la Buena Noticia" (Mc 1,15). Si lo tomamos en serio y dejamos que resuene en nuestro interior, resulta ser una propuesta que desafía nuestra libertad. No podemos sustraernos; tenemos que rechazarlo o atrevernos a acogerlo. Jesús es el único que puede colmar nuestras aspiraciones. El mismo que nos llama, nos da el valor y la fuerza para convertirnos a Él.

martes, 1 de marzo de 2011

VISITA A LA AGUILERA (BURGOS)

El pasado 19 de Febrero de 2011, fuimos de convivencia a La Aguilera (Burgos), al monasterio de las monjas de “Iesu Communio”.

Por la mañana, estuvimos en uno de los locutorios de su nuevo y rehabilitado convento, hablando con tres monjas, muy simpáticas, que nos dieron a conocer no sólo la palabra de Dios más viva que nunca, sino también, su ejemplo de vida, alegría, pasión por vivir, en resumen, que su vida es Cristo y nos invitan a que sea la nuestra también.

Por la tarde, tuvimos el privilegio de ver la toma de hábito de una chica, Toñi, de 20 años. En la
toma de hábito, casi al final de la Eucaristía, se llevaron a la chica para vestirla con el hábito, pero
sin la toca y, al acabar, dan la opción de pasar a rezarle a la “Virgen Pastora”, un momento
individual y muy especial. Es aquí donde cada uno pone su vida delante de la Virgen, postrado ante sus rodillas.

Una vez terminada la Eucaristía, estuvimos en otro locutorio, muy peculiar, muy grande y con
forma circular: todas las monjas estaban a un lado, y las personas que las acompañábamos ese día, al otro. Allí estuvimos hablando con ellas, haciendo preguntas, contando sus vocaciones. También ahí mostraban su alegría, nos regalaron algunos cantos e incluso, unas sevillanas.


Como las monjas están abiertas a la conversación, nos quedamos hablando un rato con unas
monjas, y luego nos volvimos todos llenos de euforia, alegría, rezando el rosario en el camino de
vuelta y cantando canciones, compartiendo nuestras propias experiencias del día y también,
hablando sin decir nada, pues en nuestros corazones estaba Jesucristo y lo único que podíamos
hacer era mostrar nuestra sonrisa de oreja a oreja.

Para terminar el día, nos fuimos a cenar todos juntos y a comentar el día tan completo y
maravilloso que habíamos vivido.

Grupo de los jueves

TESTIMONIO GRUPO DE JÓVENES

¿Qué es para nosotros este grupo de jóvenes?

Para nosotros, este grupo de jóvenes ya confirmados, es un medio de descanso de nuestro
estrés diario, en el cual nos expresamos y ponemos de manifiesto nuestras opiniones de forma
libre, compartiendo con nuestros compañeros temas de actualidad, gran interés, y útiles para
jóvenes en la actualidad.

A lo largo del curso, aparte de conversar cuando nos reunimos los jueves a las 20,00 horas,
también realizamos diferentes actividades, como son las convivencias, en las cuales
conocemos y compartimos nuestra fe; colaborar con el voluntariado de San Juan de Dios, en
Ciempozuelos, y conociendo a los distintos enfermos que allí viven; tareas de acción social,
etc…

Antes de entrar en el grupo, estábamos un poco perdidos, sin un grupo de referencia con
jóvenes donde ubicarnos, juntarnos y compartir nuestras inquietudes. Pero cuando nos
propusieron entrar en este grupo, todo ha cambiado. Desde que comenzamos a reunirnos,
nos sentimos como en familia, y a medida que va pasando el tiempo, vamos sintiendo la unión
con el resto de compañer@s y el catequista.

Grupo de los jueves

domingo, 20 de febrero de 2011

DE DIOSES Y HOMBRES

De dioses y hombres es una película dirigida por Xavier Beauvois que ha sido estrenada hace poco.

La película está basada en hechos reales, ocurridos en la década de los 90 y cuenta la historia de un grupo de monjes cistercienses que se encuentran en el monasterio de Atlas. Estos monjes se encuentran en una zona de Argelia donde un grupo islámico extremista asesina a un grupo de trabajadores extranjeros, y el pánico se apodera de toda la región, ya que hasta ellos mismos se encuentran bajo amenaza.

Aunque se puede pensar que la película es un poco lenta, yo creo que son necesarias todas estas explicaciones para vivir lo que aquellos monjes tuvieron que pasar. Ellos en un primer momento discutían que allí era donde el Señor les había llamado a predicar el evangelio, pero no bajo las condiciones que en aquellos momentos se les presentaba. Les pasaba como a muchos de nosotros nos pasa en el día a día, en el trabajo, en el estudio, con la familia,… cuando llegan las adversidades lo primero que hacemos es salir corriendo, que es lo que cualquier ser humano haría.

Poco a poco fueron viendo en sus situaciones de cada día que el Señor les invitaba a estar allí, a acompañar a las personas que les rodeaban, a seguir el camino que Él les había preparado, por muy cuesta arriba que nos parezca en un principio. Mucho ejemplo debemos tomar de ellos.
Las circunstancias que durante los demás meses vivieron, fueron de incertidumbre y miedo, pero el corazón del hombre solo no puede soportarlo, por ello se refugiaban en la oración. El primer día que se vieron amenazados por los islamistas fue el día de NAVIDAD, pero ellos continuaron celebrando esta fiesta junto al Señor. Y Él les continúo acompañando durante cada día de sus vidas.

Una frase que me marcó mucho, y que además de los sacerdotes, también podemos aplicárnoslo nosotros en nuestra vida y más en este año de la Jornada Mundial de la Juventud; fue aquella que le dijo uno de los habitantes a uno de los monjes y es la siguiente:


“Vosotros sois las ramas de los árboles y nosotros los pájaros que se posan en ellas; si las ramas se marchan, donde nos posaremos nosotros”.
Tamara

domingo, 13 de febrero de 2011

RESUMEN DE LA REUNIÓN INFORMATIVA DE LA JMJ

Como sabéis, ya queda menos para la Jornada Mundial de la Juventud que tendrá lugar en Madrid el próximo mes de Agosto. Va a ser un momento privilegiado de gracia y encuentro con Cristo en la Iglesia, así que merece la pena empezar a prepararse desde ya. Por eso, en la parroquia se van a organizar unas reuniones mensuales para ir calentando motores y para que nos conozcamos todos y se vaya haciendo piña parroquial.


Este año, se nos presentan 2 formas distintas de vivir la Jornada: participando de las actividades que se proponen y colaborando en la acogida de los peregrinos que vengan de todo el mundo. Para poder disfrutar de estas 2 maneras de participar en el encuentro, desde la parroquia se nos aconseja que colaboremos en el voluntariado previo a la Jornada y en la parroquia, de manera que podamos disfrutar de las actividades con el Santo Padre como un peregrino más (si os apuntáis como voluntarios en la Jornada puede que no podáis estar presentes en las actividades con el Papa). Para ayudar a los jóvenes a conseguir esto, varias personas de otros grupos de la parroquia se han ofrecido para coordinar temas logísticos, etc, de forma que nosotros estemos libres para poder disfrutar de las actividades propuestas.

La JMJ consta de unos días previos en las diócesis, en las que habrá distintas actividades (conciertos, catequesis con obispos de todo el mundo, festivales…) y el encuentro con el Papa propiamente dicho: ceremonia de acogida en Cibeles (jueves 18 por la tarde), Via Crucis el viernes, Vigilia de oración en Cuatro Vientos el sábado y Eucaristía de clausura el domingo.

Las inscripciones ya se pueden recoger (y entregar) en la casa parroquial. Recordad que hay que rellenar el folio entero (en el que hay 2 inscripciones iguales). Aunque no hay fecha límite de inscripción, en la diócesis se va a proponer una (probablemente a primeros de julio), para poder mandar juntas todas nuestras inscripciones y así que nos asignen una zona más cercana. Después de la fecha que proponga la diócesis, os podéis seguir apuntando, pero se os asignará otra zona.

El precio de la inscripción varía según la modalidad que elijáis: fin de semana del encuentro sin comida ni alojamiento (45€) o toda la semana sin comida ni alojamiento (133€). Con la inscripción del fin de semana no se garantiza que se pueda entrar a las actividades de toda la semana. Los responsables se están informando de las actividades organizadas para la semana previa, y en las próximas reuniones nos informarán para que cada uno elija la modalidad que prefiera. Además, si entregáis la autorización antes del 30 de Marzo, tendréis un descuento del 5%. Para más información, la responsable de inscripciones es Arancha. Se están pensando ideas para sacar dinero para ayudarnos a pagar la inscripción. Esperamos vuestras sugerencias en la próxima reunión.

También se ha pensado hacer una camiseta para los días previos a la jornada. Si se os ocurre algún diseño o color interesante, los responsables son Patricia y Juancar.

Las edades límite para poder asistir a la jornada son entre 16 y 30 (pueden ir jóvenes de 14 y 15 años si van dentro de un grupo).

Recordad que estamos haciendo historia, y se tiene que enterar todo el mundo, así que avisad de esto a vuestros amigos, compañeros, ponedlo en el Facebook, en el tablón del instituto, etc, etc

¡¡Estos días pueden cambiar la vida de muchos!!

La próxima reunión para preparar la JMJ será el sábado 5 de Marzo a las 18.00 en la casa parroquial.

lunes, 7 de febrero de 2011

NACIDO DE MARIA: VERDADERO DIOS Y VERDADERO HOMBRE (de las catequesis preparatorias para la JMJ)

1. La respuesta tiene un nombre

La respuesta personal que Dios ha ofrecido humanamente a nuestra sed de infinito, su propio Hijo, supera todos nuestros deseos. Es absolutamente sobreabundante. Y, sin embargo, dicha respuesta es lo más concreto que existe, tiene hasta un nombre preciso: Jesús.
La respuesta de Dios al hombre es una Persona: su Hijo Jesús. Es importantísimo que no pasemos por alto esta afirmación: Dios no ha querido respondernos dictándonos unos principios doctrinales o enseñándonos un camino moral para que pudiésemos recorrerlo. Dios nos ha respondido enviando a su Hijo.
Por eso la tarea de la vida es la amistad con Jesús, conocerle y amarle. Convivir con Jesús es el modo para que nuestro corazón sacie permanentemente su sed. Es impresionante que el Evangelio describa la primera intención de Jesús al elegir a sus amigos más directos, los doce, con estas palabras: «instituyó doce para que estuvieran con él» (Mc 3, 14). Estar con Cristo: esta es la respuesta, este es el camino, esto es ser cristiano. Y esto, atención, es el contenido de la vida: porque la vida se nos ha dado para que nuestro corazón se sacie, para que seamos felices.

2. El asombro ante Dios hecho hombre

Jesús, lo hemos visto, es la respuesta de Dios que sale humanamente a nuestro encuentro. Quizá estemos demasiado acostumbrados a escuchar estas palabras como para volver a conmovernos con lo que anuncian y significan, ¡cómo si fuese lo más normal del mundo! Sin embargo, basta detenerse un momento y repetirlas pensando lo que decimos, para que el asombro y la conmoción nos invadan: DIOS SE HA HECHO HOMBRE.
  1. Dios se abaja para encontrar humanamente a los hombres. El Nuevo Testamento nos ofrece numerosos pasajes que nos pueden ayudar a acercarnos de manera nueva a este misterio de misericordia. Todos estos textos nos hablan de un hecho concreto: Dios ha nacido. Dios, siendo Dios, ha querido hacerse hombre para poder ser visto, oído y tocado; para poder hablar humanamente a los hombres, para ser salvador del pueblo. El misterio de la Encarnación expresa, por tanto, un amor tan sobreabundante que no teme hacerse en todo igual al amado, menos en el pecado.

  2. Dios, para manifestarnos su amor, cuenta con nosotros. La sobreabundancia del amor de Dios se manifiesta de manera particular en el hecho de que nos llama a colaborar con Él. Dios se ha hecho hombre a través del sí de María Virgen. El amor no impone. Quien ama invita al amado a responder, espera su sí como el don más precioso. Contemplando el misterio de la Encarnación, podemos reconocer que Dios llama discretamente a nuestra puerta, pide la ayuda de la libertad del hombre para poder entregarse a él y amarle. Dios solicitala colaboración de su criatura en la obra de la salvación. Por ello contemplando el misterio de la Encarnación a través del sí de la Virgen, podemos aprender la verdad y el valor de la libertad. La libertad es, ante todo, la capacidad de decir sí, de adherirse al designio de amor de Dios.

  3. La "humanidad" de Dios. Ya hemos dicho que Dios ha querido responder humanamente al hombre. Esto significa que el camino que Él ha elegido, el lenguaje que ha preferido, ha sido el camino y el lenguaje de los hombres: Dios habla con palabra humana. Por eso, desde que Dios se ha hecho hombre, para conocerle y amarle, para verle, oírle y tocarle la vía que se nos ofrece es el hombre. Concretamente este hombre: Jesús de Nazaret. Y en Él todo lo humano.La Iglesia no deja de recordárnoslo cuando afirma que nada humano nos es ajeno: «Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. La Iglesia se siente íntima y realmente solidaria del género humano y de su historia» (Gaudium et spes 1).

3. Encontrarse con JesúsDios se hace hombre y nace en Belén.

Los prodigios de la noche de Navidad se sumergieron en la normalidad de la vida cotidiana de la familia de Nazaret. Y lo hicieron durante treinta años. Creciendo, Jesús se dio a conocer. Dios hecho hombre salió al encuentro de los hombres: concretamente, en la historia de los hombres, en medio de sus faenas cotidianas.

Jesús sale a nuestro encuentro sin que nosotros lo merezcamos. Más aún: la razón por la que sale a nuestro encuentro es que necesitamos ser salvados. Jesús sale a nuestro encuentro porque viene a buscarnos, a nosotros que estábamos perdidos, y se dirige a nosotros pronunciando nuestro nombre. La conmoción del corazón de Zaqueo al oír su nombre (Lc 19, 1-10). es la misma que la de san Pablo cuando dice: Cristo «me amó y se entregó a sí mismo por mí» (Gal 2, 20). El encuentro gratuito con Jesús llena el corazón de Zaqueo de alegría: es el signo de la presencia de Dios en la vida. Esa alegría que nace de la conciencia de ser amado, y amado hasta el punto de que nuestro pecado es redimido y abrazado, sumergido en un océano de misericordia. El encuentro con Jesús, que es un encuentro de salvación, pone siempre al hombre ante la decisión de seguirle, de cambiar, de convertirse. De nuevo nuestra libertad vuelve a ser protagonista, de nuevo el amor llama a la libertad del hombre a colaborar con él.
Pero el encuentro con Jesús es el inicio de un camino. Miles de personas le encontraron. Algunos empezaron a seguirle. A unos pocos les invitó a convivir con Él más estrechamente. En el camino de seguimiento de Jesús, la libertad de los discípulos - ¡y hoy la nuestra! - se ponía en juego día a día. Fue un camino en el que compartieron la humanidad de Dios. Y en ese camino, poco a poco, creció el conocimiento y el amor por Jesús.

viernes, 4 de febrero de 2011

EL MILAGRO RUBIO (y el moreno, y el de la nieve, y el de los salones parroquiales…)

El sábado pasado un grupo de padres, niños y catequistas de confirmación nos fuimos de convivencia a la Aguilera, a conocer el convento que más está dando que hablar (para bien o para mal) en los últimos meses.
Con puntualidad británica (insólito en la parroquia) y con el GPS mareado, llegamos al pueblo burgalés, y allí, cantando, nos recibieron las monjitas (¿100? ¿120? no sabría decirlo…) en un enorme locutorio con gradas. Casi todas eran muy jóvenes, rubias, morenas, delgadas, menos delgadas… Todas con un hábito de tela vaquera y una sonrisa en los labios. Antes eran clarisas, pero hace unos meses el Vaticano aprobó el nuevo instituto Iesu Communio, dando respuesta al nuevo carisma que el Espíritu estaba suscitando (diferente al de las clarisas, os lo aseguro).

Pasamos la mañana con ellas, haciéndoles preguntas y escuchando sus testimonios acerca de lo que Dios había hecho en sus vidas. Antes de irnos, pasamos a la capilla para tener un ratito de oración en torno a la Virgen, donde pudimos poner nuestras vidas en su regazo de madre.

Después de celebrar misa en la parroquia de la Aguilera y de hacer alguna foto de grupo, nos fuimos a comer a unos salones parroquiales que generosamente nos dejaron en Aranda de Duero. En la sobremesa no faltó el partidillo de fútbol y el café en un bar cercano, antes de poner rumbo de nuevo a Valdemoro.
Así contado, no parece nada del otro mundo, pero a mí aquel día se me plantearon algunas dudas.

¿Cómo puede ser posible que se llene un autobús avisando de una convivencia con tan poca antelación?

¿Por qué con la carretera nevada que se extendía ante nosotros y que nos hacía temer que fuese imposible llegar a la Aguilera, de repente cogemos la carretera secundaria (sí, sí, esa por la que no pasan los quitanieves) y, de repente, ya no hay nieve?

¿Cómo pueden juntarse en un mismo convento casi 200 jóvenes a las que Dios va a suscitar un carisma distinto al de la Orden en la que entraron?

¿Y cómo se cruza este carisma, escondido en un pueblo de Burgos, con una joven de Estados Unidos? ¿Y con una de Polonia?

¿Cómo una niña rubita con sólo 15 años puede descubrir que Dios la quiere toda para Él y para siempre (que se dice pronto)?

¿Qué tiene la maternidad espiritual, que una chica a la que saco 5 años puede ser mi madre?

¿Cómo pueden personas escondidas en un convento sostener a la Iglesia?

¿Qué probabilidad hay de que vayas con tu hijo de convivencia a ver a unas monjas y descubras que una de ellas antes era compañera tuya del trabajo?

¿Por qué si te llama un cura de otra diócesis a las 11 de la mañana un domingo para pedirte usar tus salones parroquiales dentro de 4 horas, tú no dudas en dejárselos?

¿Qué tienen las convivencias de la parroquia que cuando hay que volver siempre hay alguien que dice: "¿ya nos vamos? ¿Tan pronto?" ?

Qué impresionante es cuando te fías de Dios y empiezan a pasar cosas que parecían imposibles...


“¿Aquí ha habido algún milagro?” Cuando Alex les hizo esta pregunta a las monjas en el locutorio, yo ya había visto varios.


Cris+

jueves, 3 de febrero de 2011

DIOS NOS SALE AL ENCUENTRO EN JESUCRISTO (de las catequesis preparatorias para la JMJ)

1. La paradoja de la espera

El hombre es capax Dei, y esto significa, ante todo, que es un ser en búsqueda. Pero la búsqueda del hombre posee un nombre más adecuado: es una espera. Todo hombre, independientemente de su cultura, de su raza, de sus circunstancias personales, está a la espera. Cuántas veces hemos escuchado que "la esperanza es lo último que se pierde". Y es verdad, no porque seamos ingenuos o ilusos, sino porque "estar a la espera" es lo más característico del hombre. Pero ¿qué esperamos? O mejor aún, ¿a quién esperamos?

Ya hemos visto que las dimensiones de nuestra espera nos superan por todas partes. Ante esto surge una doble tentación:

  • No somos limitados”: la tentación de negar nuestro ser limitado ha acompañado siempre el camino del hombre. El hombre no resiste en la espera de la respuesta que colme la sed infinita de su corazón, y cede a la tentación de pensar que puede darse esa respuesta por sí mismo. Esto ocurre en el Génesis, cuando Adán y Eva comen de aquel fruto para “saber”. «Entonces se les abrieron a entrambos los ojos, y se dieron cuenta de que estaban desnudos» (Gn 3, 7). El intento fallido de darse respuesta por sí mismo conduce al hombre a la vergüenza: su límite deja de ser ocasión de apertura y espera, y se convierte en herida y condena. Ante esto, casi inevitablemente, surge la otra gran tentación
  • “No estamos abiertos al infinito”: se abre paso en la vida del hombre ese terrible enemigo que se llama "escepticismo". Esta tentación también ha acompañado a los hombres desde el inicio de la historia. Hoy este escepticismo se manifiesta en la búsqueda frenética de satisfacciones y placeres limitados que se suceden unos a otros vertiginosamente. ¡Como si la multiplicación de lo limitado pudiese tener como resultado lo infinito!

Atención: ¡el mundo no se divide en pretenciosos y escépticos! Todos somos un poco pretenciosos y un poco escépticos. Es más, normalmente pasamos a ser escépticos cuando nos damos cuenta de que nuestra pretensión no tiene fundamento, cuando nuestras fuerzas nos desilusionan, y cuando nos reponemos un poco, no es difícil que del escepticismo pasemos a la tentación del superhombre. ¡Y así pasamos el tiempo de una tentación a la otra! El problema es que decir "soy capaz por mí mismo" o, por el contrario, afirmar "no es posible", son dos formas de abandonar la espera.

2. Dios responde a la espera del hombre

Los profetas del Antiguo Testamento expresan con particular intensidad esta espera que es el hombre. Es la espera del Mesías, de la respuesta de Dios a su pueblo. Pero ¿es posible esperar? La espera se mantiene y crece porque la respuesta sale a nuestro encuentro. Es una respuesta que no viene de nosotros, que no es limitada como nosotros, porque tiene las dimensiones de lo infinito. No es una respuesta que me ofrece simplemente otro hombre, radicalmente sediento como yo. No es simplemente la ayuda de un "genio humano", capaz de expresar mejor que yo cuanto vive en mi corazón sediento. Es una respuesta capaz de responder a mi sed de infinito porque proviene del infinito mismo que sale a mi encuentro.



Dios no abandona al hombre a la pretensión de dar respuesta por sí mismo a la sed que lo constituye o a una desesperación escéptica, sino que inicia con los hombres una historia de salvación. Y así estableció la alianza con Noé y, sobre todo, eligió a Abraham, padre de todos los creyentes, del que nacerá el pueblo de la promesa. La historia de salvación que Dios obra con su pueblo encuentra en la liberación de Egipto (la Pascua) y en la alianza del Sinaí su momento culminante. Dios ha respondido y lo ha hecho con sobreabundancia y al alcance del hombre: el pueblo de Israel ha podido comprobar en su propia carne que Dios salva. Y sin embargo, la infidelidad (o como presunción o como escepticismo: ¡de nuevo las dos tentaciones contra la espera del hombre!) se abre paso en la vida del pueblo. Pero Dios no cede ante la fragilidad de su pueblo…

3. Jesucristo: la respuesta de Dios al hombre

Dios no cesa de responder, y lo hace cada vez con mayor misericordia y sobreabundancia. Y ha querido llevar a plenitud su designio histórico de salvación: «al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la ley, y para que recibiéramos la filiación adoptiva» (Gal 4, 4-5).Dios envió a su Hijo: esta es la respuesta de Dios a la espera del hombre. Aunque podamos tener muchas imágenes o ideas de lo que es el cristianismo y la fe, lo cierto es que, sintetizando al máximo, el cristianismo dice de sí mismo esto: Dios envío a su Hijo. Todo lo demás está en función de este hecho que constituye el centro y el fundamento de la historia. Es importante que comparemos la idea que tenemos de la fe, con este anuncio, sencillo y radical al mismo tiempo. Radical porque si Dios ha enviado su Hijo, entonces mi sed de infinito puede encontrar quién la sacie. Sencillo porque se trata simplemente de encontrar, o mejor, de ser encontrado por Aquel que Dios ha enviado.

Enviando a su Hijo, Dios ha querido responder personalmente a nuestra espera. El Hijo no es un simple enviado, no es un mero profeta. El Hijo es, como recitamos en el credo cada domingo, «Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre». Esto significa que el Hijo puede responder a nuestra espera: es el Infinito que sale al encuentro de nuestro corazón que desea todo. A la sed del hombre podía responder sólo Dios, y lo ha hecho personalmente. Jesucristo es Dios que responde humanamente al hombre.

Los Evangelios testimonian continuamente como en la vida, en la humanidad de Jesús, se hace presente Dios mismo respondiendo a la espera del hombre. Este es el camino que la Trinidad ha querido recorrer para salir al encuentro del hombre: se llama Encarnación. Haciéndose hombre para encontrar a los hombres como un amigo encuentra a otro amigo, Dios ha revelado hasta el fondo el rostro del hombre.

Si el cristianismo es Dios que envió a su Hijo, si Jesucristo es la respuesta que Dios ha ofrecido humanamente a la espera del hombre, entonces "la cuestión fundamental" de la vida es encontrarse con Él.

jueves, 27 de enero de 2011

DIOS NOS HA HECHO CAPACES DE VIVIR CON ÉL (de las catequesis preparatorias para la JMJ)

1. "Pensar en lo infinito"


Hay circunstancias que abren de par en par el corazón, que nos permiten descubrir quiénes somos, que nos dicen que nada nos basta. Son circunstancias o experiencias que describen la verdadera naturaleza y estatura de la vida, de nuestro ser hombres. Son circunstancias que, ante todo, no dicen "lo que nos falta", sino que hacen presente la intuición de lo eterno para lo que estamos hechos. Uno "piensa en lo infinito" porque la realidad que tiene delante le abre de par en par, le dice que hay algo más y que debe durar para siempre.

Sin duda amar es una de estas experiencias. Todo hombre vive la experiencia del amor: en su familia, con sus amigos, encontrando la mujer con quien compartirá su vida, en la virginidad... En el rostro de la mujer que empezamos a amar - ¡el enamoramiento es el inicio de un camino! - se concentra nuestro deseo de infinito, la intuición de que estamos hechos para lo eterno. E incluso la tristeza o la angustia que podemos sentir ante la idea de perder a la persona que amamos, es signo de esta apertura a lo infinito.


En la experiencia que hace de su propia vida, el hombre percibe la presencia de lo infinito. Ese mismo infinito que se anuncia en el mundo. En la inmensidad y en la belleza sobrecogedora de la creación: ¡desde las montañas y los océanos hasta la cadena genética del ADN!


2. La vida es este deseo


Todos los hombres, independientemente de la edad, de la raza o de la cultura, experimentan este deseo/intuición de lo infinito que coincide con la verdad más "evidente" de la vida. No podemos negarlo, nuestro ser más auténtico es "pensar en lo infinito". Por ello desear lo infinito es desear la plenitud de la vida: no de una dimensión de la vida, sino de la vida con todas sus letras.

En el lenguaje común a esta búsqueda de lo infinito se le llama "pregunta religiosa". Cuando se habla de "religión" se habla precisamente de esto: de la búsqueda de lo infinito por parte de todos los hombres. Todo hombre, por el mero hecho de vivir, percibe en sí este deseo, esta pregunta religiosa - sea o no sea capaz de expresarlo - porque la pregunta religiosa es la pregunta sobre la vida y su significado. Por ello todo hombre, independientemente de la respuesta que dé a esta pregunta, es "religioso". No puede dejar de serlo, no puede arrancarse del corazón el "pensamiento de lo infinito".


La tradición cristiana ha descrito esta realidad hablando del hombre como "capax Dei": el hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, es capaz de Dios, le desea y puede encontrarle. El salmista lo ha expresado con gran belleza usando la imagen de la sed: «Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti; mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua» (Sal 62).


3. En camino


La intuición de lo infinito es el motor de la vida, la razón por la que el hombre ama y trabaja.
Es posible reconocer el camino del hombre a la búsqueda del rostro de lo infinito en dos hechos que están al alcance de todos.


El primero es la constatación de la existencia de las religiones. Hoy, más que en el pasado, somos testigos de la pluralidad de experiencias religiosas que viven los hombres. Cuando todo parecía anunciar una sociedad sin Dios, movimientos y sectas religiosas, de muy diferente índole, han invadido Occidente y comienzan a compartir el escenario social junto a las religiones establecidas. Son expresiones concretas, históricas, de la búsqueda de lo infinito y, en este sentido, ayudan a la razón y a la libertad del hombre a no cerrar su horizonte propio, a no reducirse al espacio agobiante de lo "finito".


En segundo lugar podemos reconocer nuestra búsqueda de lo infinito en una experiencia que hemos hecho todos: la identificación de lo infinito con algo concreto. Puede ser la novia, o la carrera profesional, o el éxito económico, o la pasión por el poder. ¡Cuántas veces hemos identificado lo infinito que habíamos intuido con algo particular! ¿Cuál ha sido el resultado? La desilusión. En nuestra búsqueda de lo infinito ha llegado un momento en el que nos hemos detenido y hemos creído poder identificarlo con algo a nuestra medida. Se llama "idolatría" y es una tentación que vive cada hombre en primera persona. En vez de reconocer que la mujer que ha suscitado en nosotros el pensamiento de lo infinito, es signo de lo infinito, esperamos de ella que cumpla con plenitud el deseo que ha suscitado. Cuando el signo deja de ser reconocido como tal y se le confunde con la plenitud a la que remite, entonces se convierte en un ídolo. Pero los ídolos, lo sabemos por experiencia, defraudan. Un ídolo es fruto de mis manos; tiene, por así decir, mis mismas dimensiones: es finito. Por eso no podrá nunca responder adecuadamente al deseo que constituye mi vida.


La multiplicidad de respuestas - las religiones - a la única pregunta y la incapacidad de los ídolos a la hora de cumplir el deseo de lo infinito, ponen de manifiesto de manera todavía más acuciante la "exigencia" de una respuesta definitiva.


4. A nuestro encuentro


La vida es este deseo y, sin embargo, todos nuestros intentos por satisfacerlo parecen vanos. Nuestro deseo sería absurdo si estuviese destinado a quedar eternamente insatisfecho. Pero esto no quiere decir que seamos nosotros los que lo satisfacemos. Somos "capaces" de ser satisfechos, no de satisfacernos a nosotros mismos. La sed que reseca la garganta del hombre dice que éste es capaz de beber, no que el mismo hombre sea el manantial fresco que puede saciarle. Así, el hombre es capaz de lo infinito, capax Dei, porque puede acogerle si éste sale a su encuentro, no porque pueda construirse por sí mismo lo infinito que anhela.

Cuando el hombre se reconoce capax Dei, su deseo, su nostalgia, su anhelo son abrazados por su libertad y se convierten en súplica. Y en esta súplica el hombre adquiere su verdadera estatura. La plenitud de la experiencia humana es el momento en el que corazón del hombre dice a lo Infinito que ha intuido: "¡Ven, manifiéstate!". Cada fibra del ser del hombre espera y desea, pide y suplica que lo infinito salga a su encuentro.


Y Dios no ha dejado sin respuesta la súplica del hombre. Por una decisión enteramente libre, Dios se revela y se da al hombre. Revela plenamente su designio enviando a su Hijo amado, nuestro Señor Jesucristo, y al Espíritu Santo.

5. Compañeros de camino de todos los hombres


En esta súplica todos los hombres nos percibimos compañeros de camino. Reconocer el deseo de lo infinito que constituye el corazón de cada hombre nos permite darnos cuenta de la unidad que existe entre todos nosotros. Quien se reconoce en búsqueda sabe que está cerca de todo hombre: nada ni nadie le es extraño. Para la Iglesia no hay "lejanos": porque todos los hombres viven, y se preguntan, y desean. Todos buscan.